Día de la Paz

14.02.2011 19:11

 

El pasado 28 de enero celebramos en nuestro instituto el Día de la Paz. Este es el segundo año que salimos a las calles del pueblo a "dar la lata por la paz". De este modo, con latas y pancartas por la paz como únicas armas, hicimos un recorrido hasta la plaza de la Fuente Arriba con el fin de reivindicar un mundo mejor sin conflictos. En este acto participaron los cursos de 1º y 2º de la ESO y 2º de Bachillerato, y estos últimos quisieron alzar sus voces mediante la lectura de un Manifiesto por la Paz, redactado por el alumno José Antonio Subires Jiménez:

 

La universalización de la paz es por lo que hoy debemos luchar, es una necesidad inexorable. Debemos erradicar todas las miserias que hay en el mundo, miserias que nosotros hemos creado. Hemos construido nuestra sociedad en base a conflictos, basada en discordia y desorden, en la que uno puede tener todo lo que quiera y otro solo desea sobrevivir un día más. Esta descentralización de riquezas y de poder crea interacciones negativas entre los distintos individuos. Además, no solo se trata de un enfrentamiento entre distintas clases, sino que también de su conjunto, el estado. Los conflictos entre estados, no entre individuos, son unas de las causas más deshonestas -aunque no hay alguna honesta- para emprender un enfrentamiento, ya que se ejecutan casi siempre para un fin económico. Luchar por un estado opresor que utiliza la demagogia para convencer de que la ideología del gobernante es la única verdadera, y reclutar a miles de personas engañadas, que creen luchar por la paz -siendo esto contradictorio-, es lo que suele ocurrir, siendo este acto tan desleal y despreciable que cabe preguntarse por la naturaleza humana. También incita a esta pregunta la pasividad que tenemos ante hechos que ocurren en el mundo que son tétricos y tremebundos, tales como que millones de personas mueran de hambre, mientras que otras tienen los suficientes medios para alimentar a un país. Si buscamos la paz, también es necesario solventar esto, pues la paz es armonía, y no puede haberla si hay gente que se muere por desnutrición, entre otras tantas causas.


 

La naturaleza humana a priori parece egoísta, lo que nos hace recordar a Thomas Hobbes: homo homini lupus. El hombre instintivamente actúa de forma que lo que prima es su beneficio, desconsiderando cualquier otra cosa o ser que pueda sufrir sus consecuencias. A lo largo de la historia podemos observar una gran cantidad de acontecimientos que lo demuestran, mas no es necesario buscar en el pasado, cada día podemos ver situaciones así en nuestro entorno. Desde este punto de vista, el hombre parece el animal más perverso sobre la faz de la Tierra. Sin embargo, hay en él algo más que eso, es capaz de actuar en beneficio del bien común, dejando atrás sus instintos. Puede ayudar a personas que nunca lo han ayudado, y de las cuales sabe que no obtendrá beneficio, sin ni siquiera hacer alguna objeción, puede hasta dedicar su vida a ello. Entonces, ¿es bueno o malo por naturaleza? Para responder a esta cuestión deberíamos preguntarnos antes cuáles son los motivos que tiene para buscar el bien propio y cuáles para el bien común. La motivación para buscar el bien propio es que se cumpla su voluntad, que su deseo se realice indiferentemente de sus consecuencias, ser un individualista, mientras que la motivación para el bien común es la armonía social, satisfacer ese deseo de ayudar a los desfavorecidos, y desde una visión más objetiva, pagar la deuda a la sociedad, que le ha permitido desarrollarse. Desgraciadamente, no todos sienten esto último. Exceptuando a estas personas, el hombre está en constante lucha entre su bien y el común, por lo que Kant habla de la insociable sociabilidad. Concluimos, pues, que dependiendo de la inclinación del hombre hacia que bien busca determina su bondad. Sin embargo, no todos los hombres se inclinan a hacer el bien por lo que necesitamos crear un convenio para asegurar nuestra sociedad, las leyes.


 

La justicia tiene como objetivo que se pueda crear una sociedad de tal forma que sea pacífica, como dijo Francis Bacon: a la justicia es debido que el hombre sea un dios para el hombre y no un lobo. Debe de encargarse de dar una libertades básicas a todos los individuos y evitar los conflictos entre los hombres. Ahora bien, ¿cómo determinamos lo que es justo? Sobre esto hay una gran cantidad de teorías y multitud de opiniones, de las cuales una de las más destacadas y que sería la idónea para un estado pacífico es la justicia como imparcialidad, que se basa en examinar los hechos de la forma más objetiva posible. Aun así, no sería posible juzgar con certeza, mas hay que entender que no hay posibilidad de hacerlo sin cometer en alguna un error, por lo que lo más adecuado sería que todos los individuos que constituyen el estado votaran el tipo de juicio que hay que emitir y las normas que constituyen su sociedad.


 


 

En siglo XVIII, el magnífico filósofo Immanuel Kant, escribió en un libro titulado “La paz perpetua”, donde describe los cimientos sobre los que se ha de formar un estado y un mundo pacífico. Ese estado debe estar regido de forma que las personas que lo constituyen quieran pertenecer a él, no pudiendo ningún otro estado gobernar sobre él, ni por la fuerza, ni por ningún otro motivo, ya que, como dijo nuestro filósofo, la sociedad es un tronco con raíces propias, por lo que si es gobernada es como realizar un injerto que anula el contrato originario. Este estado no debe buscar su fortaleza, sino que ha de buscar el beneficio para sus constituyentes. El bienestar de los individuos crea el bienestar social. Los demás estados deberán seguir este patrón si quieren conseguir un estado dirigido hacia la paz. Además, paulatinamente todos deben ir suprimiendo los ejércitos y la carrera armamentística, causante de guerras y de gastos innecesarios en una sociedad gobernada por la paz. Otra tarea que hemos de llevar a cabo, es confiar en los otros estados, y si hubiera guerra, no deben realizarse actos que imposibiliten la confianza futura. Hasta en el juego más perverso hay reglas. Una vez cumplido esto se debe crear un tratado de paz en el que todos los problemas interestatales queden solucionados para evitar conflictos futuros. Este esfuerzo de Kant no fue en vano, sirvió para que doscientos años más tarde se fundara la Naciones Unidas, que siguen manteniendo el objetivo de construir la paz perpetua.


 

Para conseguir nuestro objetivo de forma mundial necesitamos primero obtenerlo de forma individual. La paz la crea uno mismo y luego la expande por el mundo. En el fondo del espíritu de cada hombre, se encuentra el deseo de la estabilidad, del concilio, de la concordia, de poder observar el mundo y percatarse de que todo se encuentra bien, de que no hay más mal de aquel que un día hubo y hoy tan solo se recuerda. Que la armonía entre los hombres y de estos con la naturaleza se encuentre en su máximo esplendor. Esto se encuentra en todos nosotros, lo único que ocurre es que nuestras vidas están tan enturbiadas por los problemas que a veces resulta difícil reconocerlo. Por eso necesitamos paz interior, para poder ver lo que realmente somos y ver lo que en un futuro seremos. Esta es la luz que nos alumbrará en esta espesa niebla que hace que confundamos el camino. Dormita en nosotros, en el pueblo, la capacidad de crear la armonía social que llevamos buscando ab æterno, pero necesitamos un impulso para despertarla, necesitamos el fuego que encienda la mecha. El fuego está en nosotros, esforcémonos y encendamos la mecha, encaminemos hacia un mundo pacífico. El trabajo que hay que realizar es bastante arduo, pero si toda la humanidad se une y despierta, conseguiremos nuestro objetivo con mayor prontitud. La unión hace la fuerza, y juntos lo lograremos. Mi petición es: incitad al movimiento, uníos, rebelaos contra este mundo de crueldades y salvajismo, y construyamos un nuevo mundo.


 

Para más información y fotos sobre esta actividad del Día de la Paz:  www.alora.es/Inicio/N.asp?IdArticulo=2993
 

 

 

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