África

09.03.2011 17:37

 

África.

 

No todos los días nos preguntamos cuántos juguetes inservibles tenemos en nuestro cuarto de las ratas, ni cuánta ropa que no nos gusta tenemos en nuestros armarios, ni cuántos “hobbies” dejamos atrás porque nos parecía mejor pasar la tarde conectados al “tuenti”… Tantas y tantas cosas que podemos hacer o que podemos tener y que no les damos valor alguno.

Nuestra vida es la constante superación de metas. Pero, ¿qué metas nos ponemos? De pequeños, tener una bici bonita para ir paseando por el parque y que todos nos tuvieran envidia; de más grandecitos, la moto para ir vacilando delante de las chicas; al cumplir los 18, sacarnos el carnet del coche… ¿Pero para qué todo esto? Simplemente para hacer ver a los demás el egoísmo de siempre tener más, de nunca estar contento con lo que tenemos. ¿Por qué no nos fijamos en gente menos favorecida? Niños en África que viven en chabolas de barro y camas de hojas, niños que son felices solo con ver pasar un tren por la vía que hay delante de su casa (la cual nunca es transitada debido a las inundaciones producidas por las lluvias), que viven el día con mucho más deseo que nosotros (nosotros solamente pensamos en qué vamos a hacer mañana, en este finde, en este verano, dentro de 3 años; sin preocuparnos por lo que estamos viviendo en este momento).

Aunque el que seamos tecnológicamente más desarrollados, no nos hace menos diferentes en cuanto a adorar lo que nos parece de gran importancia y temer de las supersticiones antiguas que nos inculcan desde pequeños.

Ellos adoran animales, plantas o astros que representan un símbolo de divinidad, algo de lo que no pueden prescindir para vivir. Nosotros somos un poco más simples, adoramos el dinero o el poseer cosas sin sentido; adoramos imágenes, a las cuales no les damos el significado que realmente tienen; adoramos a personas famosas, que muchas veces se acaban creyendo estar por encima de otras personas;…

También ellos temen a los animales y acostumbran a los niños a que no jueguen con ellos por ser peligrosos, al igual que nosotros tenemos miedo a pasar por debajo de una escalera, o a romper un espejo, o ver un gato negro… Su origen no creo que tenga mucho sentido en comparación con las supersticiones de los africanos.

Yo creo que deberíamos querer parecernos a ellos en su sencillez. Ellos apenas tienen cosa que comer cada día, pero lo poco que consiguen lo comparten entre todos. ¿Seríamos nosotros capaces de hacer lo mismo si estuviéramos en su situación, o seríamos tan egoístas como somos generalmente que no nos ayudaríamos? Quizás acabemos estando tan ciegos en cuanto a los demás, que llegará el día que no nos importe destrozar la vida de cualquier persona a favor de nuestra comodidad. Qué triste.

 

Manuel Caro Juárez 2ºBHM.

 

 

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