La vida está hecha de obligaciones y trabajos, de cosas grandes y pequeñas que uno tiene que hacer. Si no cumplimos con estos deberes, el gran engranaje de la máquina del mundo se para. Sin embargo, también son necesarios, para equilibrar, momentos festivos, en los que abandonamos un poco nuestras obligaciones y nos ponemos la nariz de payaso. Fiesta, festivo, festival… son palabras con una raíz común. Venimos al centro para cumplir nuestras tareas: enseñar y aprender (todos hacemos estas dos cosas), pero también, (¿por qué no?), para divertirnos. ¿Quién dijo que enseñar y aprender tiene que ser aburrido? Nuestro FESTIVAL DE EXPRESIÓN CORPORAL, que cumple en este curso su XVII edición y ya es un joven crecido que se acerca a su mayoría de edad, implanta en el centro una dinámica de aprendizaje y diversión, donde no podemos separar ambos elementos. Y, además, añadiendo una tercera pata a este banco: la solidaridad. Porque no es posible divertirnos ni ser felices encerrados en nosotros mismos, sin pensar en los demás. Trabajo, diversión y solidaridad son las tres patas en las que se apoya este trípode. En él, cada año nos sentimos más a gusto sentados. A fin de cuentas, este centro, a su manera, es un festival. Y la vida, aunque tenga sus rincones sombríos, también.